20 Al instante Saúl cayó en tierra cuan largo era. Estaba aterrado por
las palabras de Samuel: se hallaba, además, sin fuerzas, porque no
había
comido nada en todo el día y toda la noche.
21 Acercóse la mujer donde Saúl, y viendo que estaba tan conturbado,
le dijo: «Tu sierva ha escuchado tu voz y he puesto mi vida en peligro por
obedecer las órdenes que me diste.
22 Escucha, pues, tú también la voz de tu sierva y permíteme que te
sirva un bocado de pan para que comas y tengas fuerzas para ponerte
en
camino.»
23 Saúl se negó diciendo: «No quiero comer.» Pero sus servidores, a
una con la mujer, le insistieron hasta que accedió. Se levantó del suelo y se
sentó en el diván.
24 Tenía la mujer en casa un ternero cebado y se apresuró
a
degollarlo. Tomó harina, la amasó y coció unos ázimos.
25 Lo sirvió a Saúl y sus servidores, comieron y levantándose se
marcharon aquella misma noche.